Mi madre sentía mucha impotencia por lo ocurrido, tenía que
guardarse eso para ella sola. No lo podía comentar con nadie más. Que diría?
Que fue chantajeada sexualmente con dos compañeros de su hijo? No había forma.
Y era un peso bastante grande con el que cargaba, que la agobiaba. En el último
tiempo había estado con más hombres que en toda su vida. No se reconocía a sí misma, a aquella ama de
casa devota de su familia. En que se había convertido? Se sentía sucia, se
sentía culpable. Aunque todo lo haya hecho por su familia. No podía con la
culpa.
Siempre se consideró una mujer de fe y si bien no era muy
practicante cada tanto asistía a misa. Su
formación religiosa en parte influía en su pensamiento. Así que busco en la
iglesia la forma de sacarse ese peso de encima.
-Hijo, me voy a la iglesia. Dijo al marcharse.
En el camino seguía reflexionando, no sabía que diría ni
como lo haría pero estaba decidida. Eso sí,
fue a otra iglesia. Para no pasar más vergüenza. Entró al templo. No había casi nadie, era de
tarde y faltaba bastante para la misa. Recorrió
la iglesia y se sentó en un banco. Intentaba a su manera rezar, buscando algún
tipo de perdón divino que la haga sentir mejor consigo misma.
No era suficiente, no bastaba. Necesitaba hablar con
alguien, miro para la izquierda y vio el confesionario. Armándose de valor se dirigió
allí. No había nadie así que se acercó y
se arrodillo acercando su cara a la ventana.
-Perdóneme padre, he pecado. Dijo sollozando.
-Que has hecho hija mía?
-He cometido adulterio.
Inmediatamente el sacerdote presto atención a la suave voz
de mama.
-El adulterio es algo grave, daña la iglesia, daña la
sociedad, es romper la alianza con dios. Cuéntame que ha pasado.
-He intimado con otros hombres, incluso con chicos jóvenes.
He sido forzada a esa situación, pero aun así no me lo puedo perdonar.
-Hija mía, tu haz pecado. Pero dios es misericordioso,
continúa con tu confesión.
-Yo no quería.. la situación me forzó a ello. No tuve otra
alternativa. Ellos me chantajearon, lo hice por mi familia. Decía apenada.
-Continua. Dijo el,
mama miro a su alrededor y continuo con su relato.
- Uno de estos hombres.. me obligo a que me ponga de
rodillas y acercó su miembro. La voz de
mama diciendo aquello excitaba a aquel sacerdote que empezaba a tener una
erección.
-Me obligo a que me lo meta en la boca y le practique sexo
oral.
-Sigue , dijo el mientras se tocaba despacio la polla.
-Tuve que practicarle sexo oral hasta el final. Él se corrió
en mi cara.
-hija mía, eso es muy grave. Pero debes confesar todos tus
pecados para tener el perdón.
-Luego de esto, un chico de la edad de mi hijo me chantajeo.
El sabia de eso, tenía evidencia. No tuve otra opción.
-Le diste sexo oral también?
-El.. y su amigo tuvieron sexo conmigo. Dijo rompiendo en llanto.
-Tus pecados son graves. Muy graves hija mía. Le decía
mientras continuaba sobándose la polla.
Si quieres el perdón debes decir la verdad. Lo has disfrutado?
-Yo.. no.
-No puedes mentir hija mía.
-He tenido un orgasmo. Lo siento. Lo siento mucho.. No quise, pero no pude evitarlo.
-Di más detalles de tu perversión.
-El me penetró
fuertemente, yo nunca había hecho algo así. El me folló hasta hacerme
gozar. Yo siempre cumplí los mandamientos. Yo..
- Entiendes lo que has hecho? Es algo muy grave. Tus actos
impuros pueden condenar tu alma. Podrías ir al infiero por lo que has
hecho. Tienes que absolver tus pecados.
Solo tendrás una forma de conseguir el perdón. Dándote una lección que te devuelva
a la senda de la iluminación.
Entiendes?
-Padre, haré lo que sea. Lo que sea necesario. Dijo visiblemente preocupada.
-Solo tienes una forma de encontrar la redención. El abrió la rejilla.
Mama se sobresaltó llevándose una mano a la boca. No podía
creer lo que veía. Jamás hubiese imaginado algo así. Esto superaba a todo lo
que había vivido anteriormente. Ella
temblaba, una polla estaba frente a su cara, la del sacerdote.
-Esta es la forma en la que puedes obtener el perdón.
Ya sabes que hacer.
-Pero yo.. no.. – a mama no el alcanzaban a salir las
palabras de la boca. Debería metérselas allí junto a aquel miembro. Sentía
mucha impotencia, rabia, quería llorar.
- Dijiste que harías lo necesario. Hazlo y quedaras libre de todo pecado.
La iglesia estaba oscura, semi vacía, esa parte del
confesionario daba a un lugar donde no era posible ver, lo tapaba una
columna.
-Hazlo hija mía. Dijo el sacerdote sacando el pene por el
hueco de la rejilla que había corrido y
acercándolo a la cara de mi madre. Su verga se erguía imponente frente a ella.
Ella miro hacia todos lados para asegurarse de que nadie la
estuviese observando y sin dudarlo más se lo metió en la boca. Era un miembro de tamaño normal a grande,
estaba dura por ella. Por sus confesiones sexuales y la deseaba. En respuesta ella
la chupaba con total devoción, buscando ingenuamente el perdón. Paradójicamente
de la misma forma en la que había pecado.
Ella estaba de rodillas mamando la polla del sacerdote que disfrutaba
mucho del oral.
Mama ya tenía experiencia chupando pollas, siempre siendo chantajeada para hacerlo. No era una buena mamadora aun, pero iba
aprendiendo que les daba placer para hacerlos acabar más rápido.
-ohh si hija mía, continua así. Le decía mientras ella con una mano sujetaba
el tronco de la polla y lamia la punta hasta devorar la cabeza por completo.
Tragaba cada vez más la verga que se iba perdiendo en su boca. Lo pajeaba un poco y continuaba con el oral.
Estaba completamente encomendada en su misión,
se había olvidado donde estaba y no le preocupaba si la estaban mirando
o no. Solo se preocupaba en tragarse aquella verga y hacerlo bien.
Mama se detuvo un momento para darse un respiro.
-Lo haces muy bien hija mía, estas más cerca de la redención. Pero aun no es suficiente, entra. Dijo él abriendo la puerta del
confesionario. Quería follarse a mi madre allí dentro. Mama no opuso resistencia y entró al
confesionario limpiándose los labios. El
sacerdote era un hombre bastante más joven que ella. En ese momento no reparó en ello, solo miraba la polla.
Quítate las bragas. Le ordeno cerrando la puerta. Me has hecho pecar a mí también, por eso
debemos terminar con esto. Con mi semen absolveré tus pecados.
Ella obedeció, quitándose la falda y luego las bragas,
dejando a la vista del sacerdote su coño peludito. Apoyo sus pies sobre el asiento y agarrando la polla empezó a bajar
lentamente.
La verga se iba enterrando en el coño de a poco, el la agarraba de las caderas manoseándole las
tetas hacia que suba y baje. Aumentaba el ritmo de la follada, en tanto ella se
sujetaba de las paredes del confesionario gimiendo en voz baja.
El sacerdote le ordeno que se abra de piernas acostándose en
el asiento, mama era pequeña, así que cabía bien. Bruscamente metió mano en su
blusa y la desnudo, quedando en tetas. Manoseaba los pechos de mi madre
mientras la penetraba nuevamente.
-Quieres el perdón?
-Si padre, métemelo, decía ella mientras él le hundía la
verga hasta los huevos.
-Ahhh si hija mía. Decía
mientras follaba a gusto la vagina de mi madre y sobaba sus tetas.
-Ohhh dios ohh dios ahh, jadeaba mama. Soportando las
embestidas.
-voy a acabar hija mía. Quieres la leche bendita?
-Si padre bendíceme.
Le gustaba el bello rostro de mama así que hizo que se la
chupe un rato más y luego se empezó a
pajear sobre su cara.
-Ahí viene. Ahí viene… ahh ahhhh exclamo largando la leche que salpicaba
manchado el rostro de mi madre que estaba con la lengua afuera.
-Trágatela.
Ella se pasaba la
mano por los labios y con sus dedos se llevaba la leche a la boca.
-Mmm que rica. Decía totalmente desinhibida y aliviada.
Estaba convencida de que había hecho lo correcto.
Se limpió un poco la leche y se vistió.
-Lo has hecho bien hija mía, has expiado tus culpas. Puedes
irte en paz. Pero antes te aviso que necesitamos voluntarias para la noche de
la caridad hacia la gente de la calle. Tú
puedes ayudar a aliviar el dolor de aquellos hombres.
Mama salió del confesionario, disimuladamente se acercó
hacia una pila de agua bendita y mojo sus dedos allí. Sin que nadie la vea se
limpió la barbilla para que no haya restos de semen y salió a la calle
emprendiendo su regreso triunfal a casa. Su consciencia estaba limpia, no
sentía culpa y había disfrutado de la follada.
Mientras tanto el hombre
había salido del confesionario.
-Que haces aquí? Le pregunto un sacerdote de mayor edad.
-Estaba revisando que todo esté en orden para la misa de la
tarde padre.
-Eres un buen seminarista, sigue así y algún día serás un
buen sacerdote. Le dijo al hombre que se había follado a mi madre, que se había hecho pasar por un sacerdote.
Espero que les haya gustado, comenten. Intentaré actualizar el blog mas seguido.